Como vigía de los cuatro vientos; como símbolo de la ciudad, guardián constante de la misma, encaramado en el ábside catedralicio, está Pedro Mato.
Con la restauración de su efigie, hace unos años, se han ido desvelando algunos de sus enigmas, pero aun así sigue siendo un misterio su estancia, su permanencia, en lugar tan destacado.
Muchos han sido los que han intentado dejar en claro la personalidad de este insigne huésped, y todos han topado con el silencio absoluto. ¿Quién era este Pedro Mato para hacerse acreedor a tan alto honor? Y nunca mejor empleada la expresión. ¿Qué hizo Pedro Mato para que los astorganos tuvieran con él un reconocimiento tan destacado?
El mutismo, el silencio total reina en torno a su personalidad y nadie, hasta ahora, ha podido desentrañar ese misterio que lo rodea. Tal vez, algún día, alguien dé con los testimonios, precisos y concretos, que nos lleven al conocimiento de este personaje, del que todos querríamos saber algo más. 0 tal vez ¿es mejor que siga el misterio, que la nebulosa continúe envolviendo esa señera figura del astorgano más universal?
Quede ahí aquella hipótesis lanzada, en su día, por ese sabio de San Pedro de las Dueñas, abad de San Isidoro, que es don Antonio Viñayo; arrimando el ascua a su sardina encontró a Pedro Mato , nada menos que peleando en la batalla de Clavijo; lo cual no sería descabellado sabiendo las concomitancias que dicha batalla tuvo con la ciudad de Astorga, hoy custodia de la auténtica bandera, seña o enseña, que con celo se guarda en la casa consistorial. Podría no andar desencaminado don Antonio pero, ciertamente, son necesarios datos más concretos, más precisos, para sostener esa teoría, que a falta de otras podemos considerar como válida.
¿Tendrá algo que ver con nuestro Pedro Mato aquel otro Pero Mato que, junto a la Gobernanta, ha sido símbolo de la ciudad de Zamora? Al igual que en Astorga el silencio reina sobre estas dos figuras de la ciudad del Duero.
Tenemos, pues dos; para complicar un poco más las cosas vaya el tercero; quiero traer, a la revista “Catedral”, la localización de otro Pedro Mato documentado; seguramente no tenga nada que ver con el vigía catedralicio, como es posible le ocurra al de San Pedro de las Dueñas de nuestro querido y admirado abad, o a ese otro de Zamora. No obstante quede aquí constancia de este nuevo, y tercero, Pedro Mato. Lo descubrimos, nada menos que en el año de 1265, en la localidad de Villafranca del Bierzo; aparece en un documento del Cartulario del monasterio de Santa María de Carracedo y, por supuesto, de inmediato atrajo nuestra atención.
El día tres de enero del año citado, una doña Toda firma la carta de donación de una heredad que poesía en la localidad de Mones, a favor del monasterio berciano. Dicha carta, con el fin de imprimirle más valor, es refrendada por varios personajes que presenciaron el acto notarial; entre estos se encuentra nuestro Pedro Mato. Pero, he aquí que, para que siga el enigma en torno a esta figura, de este testigo, de Pedro Mato, solamente tenemos el nombre, absolutamente nada más. Los restantes, al menos, nos dejan alguna pista; fue testigo de la donación de doña Toda un tal Juan Arias, que se dice caballero de don Rodrigo; estaba Girald Eymíriz, caballero de León; firma un clérigo por nombre Martín Juanes; dos monjes, Martín Fernández y Roy García; y hasta el tenente del portazgo de Villafranca del Bierzo, Pedro Guillélmez.
Todos ellos bien identificados; todos menos nuestro Pedro Mato que se queda con el nombre pelado, y nos deja sin que podamos hacer alguna conjetura sobre su identidad. Pero como su nombre es raro localizarlo en los documentos, hemos querido dejar constancia del hallazgo. Sin más connotaciones.
Porque después de las obras de restauración, que se han llevado a cabo, tenemos que descartar la leyenda que corría por los pueblos del Órbigo sobre nuestro Pedro Mato, que resumimos. En el término de Estébanez de la Calzada, a la altura del Km. 341 de la nacional 120 se eleva un altozano al que se dice Monteaceite. Según la leyenda le viene el nombre de la Guerra de la 1ndependencia. Cuando las tropas francesas tenían sitiada la ciudad de Astorga Pedro Mato, un arriero maragato, suministraba a los cercados de aceite, vino y otros víveres; suministro, por otra parte, poco creíble que los franceses permitieran realizar. Pero las leyendas tienen, de vez en cuando, estas incongruencias, sino no serían leyendas.
Se dice que además, y ahí está la base de la leyenda, introducía junto con el aceite y el vino, cierta cantidad de doblones de oro, en cada viaje, para ayudar a los sitiados, cuyos doblones transportaba en los mismos odres que el aceite y el vino. En el punto de referencia los franceses tenían instalado un puesto de observación y control, por el que Pedro Mato había de pasar en cada uno de sus viajes; y en cada uno, al ser preguntado mostraba su mercancía abriendo los odres; sin embargo, en una ocasión, descubrieron el engaño, y con los doblones los franceses se cobraron la vida del arriesgado arriero que tantas veces les había burlado.
Motivo este fue para que la ciudad, a la que tanto ayudó, colocara su efigie en el lugar más visible y destacado de la población, ataviada con el traje típico de la profesión, y de esta manera honrara su memoria. En Estébanez, el otero, poblado de encinas, sigue denominándose Monteaceite, vaya usted a saber por qué razón, que alguna habrá, para tan significativo topónimo en una zona donde no se ha conocido, ni existe, un solo olivo.
Y allí, en lo alto de la catedral, desafiando cierzos y resoles, los embates del viento y las maldades de choyas y cigüeñas, poniendo por sombrero sus leyendas y sus enigmas, está nuestro Pedro Mato; vaya usted a saber cual de ellos es.
30 otro Pedro mato